Antes de la operación
yo sabia que era complicada, había mucho riesgo de fracaso, sin
embargo aquella presencia de la muerte no me inquietaba, tan grande
era mi ilusión por lo que durante dieciséis años había soñado
que la más mínima posibilidad de éxito me hubiera bastado.
El momento que un año
antes pensaba que no llegaría, estaba a punto de pasar a la historia
dando un violento giro a una vida condenada a consumirse poco a poco.
En contra de lo que imaginaba me lo tomé con la más absoluta calma.
Aquella mañana llegó
la enfermera, me aplico el somnífero inyectandomelo, los camilleros
llegaron y me trasladaron desde la cama, cuando salía de la
habitación, mi tío Pepe Luis me dio la bendición y recuerdo que
dije adiós. La camilla se deslizaba a lo largo de un largo pasillo,
se metía dentro de un gran ascensor, las puertas se cerraron, la
vista me comienza a fallar, siento un profundo sueño, todo pasa ante
mi como si el tiempo no transcurriera, los más variados pensamientos
acuden a mi mente, los recuerdos se cruzan ante mi, me doy cuenta de
que ya no resisto más, los ojos ya casi no distinguen, tan solo se
aprecian las sombras, el ascensor se detiene, la camilla reanuda su
marcha, sobre mi se desliza una serie interminable de luces, noto que
voy a perder el conocimiento, en ese instante se cruza por mi cabeza
un pensamiento que aun recuerdo: "César, aquí se acaba tu
vida, en este momento mueres, más vale así, solo de esta manera
puedo nacer de nuevo y realizar aquello que has imaginado.
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No sé donde me
encuentro, siento un calor tremendo, pero no un calor seco, es húmedo
y pegajoso, apenas puedo respirar, me duele todo el cuerpo, siento
que algo ocupa mi garganta, tengo la sensación de estar ahogándome,
quiero toser y no puedo. Estoy en una húmeda celda de un país
tropical, en Colombia o en Venezuela, como Papillon, estoy atado, no
veo nada, siento mucho dolor, agobio, creo que estoy sudando... pasa
el tiempo... oigo voces, lejanas, deformadas, no se entienden nada de
lo que dicen, son como gruñidos, quiero llamarlas pero no puedo
hablar, algo atenaza mi garganta.
Por mi imaginación
desfilas personas que apenas conozco, pero no están emparejadas
correctamente, se han equivocado, es necesario arreglarlo, se lo
quiero decir pero no puedo, los intento colocar moviendolos, pero
cuando casi he terminado me doy cuenta que me he equivocado, tengo
que empezar de nuevo...
Las voces regresan,
esta vez parecen más humanas, las llamo de nuevo, intento pronunciar
unas palabras, no puedo, logro sacar un tenue gruñido, quiero
moverme, arrancarme lo que atenaza mi garganta y me impide hablar.
Ahora oigo claro, dicen "estate quieto", "no te
muevas", "No intentes hablar", pero no puedo resistir,
he de lograrlo, me desespero... noto un frescor en el brazo, algo me
ocurre, me está desapareciendo, estoy desapareciendo entero, ya no
me duele, ya no oigo...
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Poco a poco recupero el
conocimiento, recuerdo que he sido operado, que estoy en una cama
recuperándome, recuerdos, como si no hubiera pasado el tiempo, mis
últimos momentos, mi último pensamiento y como contestación,
sintiendo una profunda satisfacción me dije; "he vencido, he
logrado salir de aquello que detestaba, he alcanzado lo que deseaba,
tu ya has muerto, yo acabo de nacer, con una misión, hacer real lo
que tu has soñado"
Cuan lejos estaba de mi
imaginación cuan diferentes iban a ser las cosas y la de problemas
que iba a tener. No podía pensar lo duro que tenía que ser la
diferencia entre aquello que soñó aquel pequeño invalido y la
realidad en la que me tocaría vivir.
Jamás pasó por la
cabeza de aquel que ofreció su esplendida vida para que yo naciera y
tuviera la asquerosa vida que me ha tocado sufrir, que él,
entregándose a aquel sueño artificial, produciría en su interior
una mutación tan grande. ¿Qué efecto habré producido en aquel que
con tanta decisión se durmió?. Desde luego que desastroso, incluso
se habrá arrepentido. Quizás si no lo hubiera hecho, no hubiera
vivido mucho tiempo. ¿Pero vale la pena lo que ha nacido? ¿Soy
digno de las ilusiones de aquel muchacho?
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